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CALLE DEL CALLEJÓN DE SETENIL DE LAS BODEGAS (CÁDIZ), ESPAÑA
 
Directorio:

Calle del Callejón de Setenil de la Bodegas (Cádiz)

   
 

Setenil de las Bodegas es una población que se conoce recorriendo sus calles, o simplemente caminando y dejándose llevar por sus sinuosas y empedradas arterias. La originalidad de esta villa radica en su entramado urbano, que se ha ido adaptando al curso del río, con una singular disposición en diferentes alturas.

El recorrido por Setenil de la Bodegas se puede hacer subiendo hasta la parte más alta donde se encuentra el Barrio de la Villa , donde esta coronado por el Castillo de Setenil. Se trata de una fortaleza de época nazarí que luego fue adaptada a las necesidades de los ocupantes castellanos que reforzaron sus muros con sillares en los ángulos de la torre del homenaje.

Las primeras noticias sobre un núcleo estable de población en el actual emplazamiento de Setenil son aportadas por fuentes árabes. En el Rawd al-qirtas se menciona que el 22 de noviembre de 1293 el sultán de Marruecos Abu Yaqub entregó al nazarí Muhammad II la fortaleza de Setenil.

Hasta el siglo XV Setenil se mantiene inexpugnable como uno de los pilares del cinturón defensivo del reino granadino. Desde 1407 se suceden los ataques cristianos a la fortaleza islámica, aunque no consiguen acabar con la resistencia de sus moradores hasta 1484. Las tropas de los Reyes Católicos, capitaneadas por el marqués de Cádiz, les someterán tras un duro asedio de quince días, que finaliza con la rendición el 21 de septiembre de 1484. La toma de Setenil es una de las escenas de la Guerra de Granada representadas en las tallas del coro de la catedral de Toledo. Bajo el dominio cristiano, Setenil es declarada villa de realengo, gozando de la consideración de los monarcas por su localización en el camino a Granada. De ellos recibe en 1501 la Carta de Privilegios de la villa de Setenil, donde se dispone un elevado número de franquicias y beneficios equiparables a los que por entonces gozaba ciudades tan importantes como Sevilla.

De la antigua fortaleza de Setenil subsisten la torre principal y una secundaria que flanqueaba la puerta de acceso al recinto. Dicho acceso, la Puerta de la Villa , se halla hoy perdido, existiendo un arco de medio punto de fábrica moderna que indica la situación de la antigua puerta, perpetuando su tradición, aunque se ha mantenido el trazado en doble recodo de la calle de acceso. El conjunto fortificado se halla en una de las cotas más altas de la actual población, en un promontorio formado por el meandro más cerrado del río Guadalporcún.

La torre presenta dos entradas a distintos niveles. Por la puerta suroccidental se accede a varias salas. Por la puerta sudoriental, en un nivel superior (se ha construido un puentecillo para alcanzarla, ya que hay un pequeño foso entre ella y la calle), se accede a una segunda planta. Junto a la puerta parte una estrecha escalera que, tras trazar un recodo, conduce a la tercera y última planta, con una única sala de grandes dimensiones (7 metros de lado, aproximadamente) cubierta por una bóveda vaída. Por el foso bajo la puerta SE, se accede a los aljibes, abovedados, que procuraban el abastecimiento de agua a la fortaleza. La manzana de casas adyacente a la torre por su flanco SO se halla construida adosada a la antigua puerta y aprovechando los restos murarios de la primitiva muralla, cuyos restos son perfectamente visibles en gran parte. Sus características constructivas son las mismas que la torre, en mampostería.

Desde este punto las calles van serpenteando por el tajo y encontramos casas sobre la misma roca, mientras que otras están bajo ella. Aquí especialmente radica su diferenciación de otros pueblos enclavados en las rocas, pues aquí no existe una excavación como tal, sino que las viviendas están creadas aprovechando los huecos que fue creando el río sobre la roca, lo que la convierten en un tipo de vivienda excepcional conocida como “abrigo bajo rocas”.

Los abrigos rocosos se forman cuando un estrato de roca como arenisca que es resistente a la erosión y al desgaste por el tiempo ha formado un acantilado, pero un estrato más blando, más susceptible a la erosión y a los estragos de la climatología, queda justo debajo y de esta manera corta el acantilado. Son especialmente frecuentes en los macizos de caliza, en contextos kársticos.

Desde tiempos remotos la humanidad ha buscado el cobijo de las cuevas y abrigos rocosos para protegerse, él mismo o sus pertenencias, de las inclemencias meteorológicas. Esta práctica ancestral ha perdurado, en muchas regiones, hasta fechas muy recientes. Son muchos los pueblos de nuestra geografía que conservan habitaciones trogloditas que se han mantenido en uso continuado casi hasta nuestros días.

Partiendo desde su núcleo fortificado originario en lo alto de la Peña , irradia su expansión urbana en sinuosos jirones que van siguiendo los meandros tallados en la roca, con la peculiaridad de que los campos de cultivo no se extienden «junto a» las casas, sino «sobre» las mismas, ya que las viviendas quedan embutidas bajo la roca, y ésta sirve de base a los terrenos cultivables de olivar que a partir de allí se extienden por todo el término municipal. Incluso se da el caso de existir dos niveles superpuestos de calles y viviendas, al existir tanto por debajo como por encima de las cornisas rocosas. Otro caso extremo es el de un tramo de la calle Cuevas de Sombra, en el que la roca tiene un vuelo tan amplio que no sólo cobija a las viviendas que bajo él se adosan, sino que cubre todo el ancho de la vía, «apoyándose» en las viviendas del lado opuesto, creándose así, durante un trecho de una veintena de metros, un auténtico túnel con fachadas de viviendas populares a ambos lados y un impresionante techo plano de roca caliza natural.

La planta de estas viviendas suele ser tremendamente sencilla, con sólo uno o dos niveles en profundidad, y en altura sólo planta baja y sobrado o desván (es raro el caso en que la altura de la oquedad rocosa permite alguna planta más). Suele tratarse, por tanto, de viviendas pequeñas, dado el condicionante del escaso espacio disponible bajo las rocas. En muchos casos, las situadas hacia las afueras del pueblo están abandonadas o se reutilizan como corrales para animales, almacenes, talleres, etc. Actualmente, sin embargo, las casas cueva se empiezan a valorar como atractivo turístico para el pueblo y muchas se están rehabilitando como casas rurales o establecimientos hosteleros.

   
 
 
   
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