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ALGUNOS RINCONES Y PLAZAS, SEVILLA
 
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AUTOR: Rafael de la Oliva Cáceres

Dentro de la demarcación llamada Barrio de Santa Cruz, nos encontramos con bellas plazas y rincones llenos de encanto. Si nos situamos en la plaza de la Alianza, rincón acogedor frontero a la muralla del Alcázar, gozamos de una vista encantadora, con una perspectiva impresionante. Enmarcada por hileras de naranjos que en primavera aroman el ambiente con el perfume de la flor de azahar. Al fondo, por encima de las azoteas, se perfila el remate del alminar de Sevilla, La Giralda. Si continuamos nuestra visita, bajando por la calle Rodrigo Caro, llegamos a la plaza de Doña Elvira. Hermosa plaza enmarcada de típicas casas sevillanas. En su centro hay situada una fuente con un encanto especial. En esta plaza estuvo enclavado el Corral de Comedias de Doña Elvira, donde se representaron obras de teatro de varios autores contemporáneos, entre ellos, el sevillano Lópe de Rueda. Arrancando de esta plaza, se encuentran las calles de Vida y Susona, que dio su

nombre debida a la leyenda o suceso ya descrito en otro lugar. Otra calle que nace en esta plaza es la de Gloria, merece atención especial la casa que hace esquina. Esta calle, muy corta en su recorrido, va a desembocar en otra plaza, la de los Venerables. Debe este nombre a que gran parte de ella, la ocupa la fachada principal de un edificio que, como su nombre ostentado en el portal, dice así. Asilo de los Venerables Sacerdotes, institución fundada por el canónigo

Don Justino Matute para, como ya se infiere por el rótulo, como lugar de acogida de los sacerdotes jubilados y sin familia que los amparara. Perpendicular a la fachada, se encuentra una calle que lleva el nombre del fundador. Este edificio encierra un patio andaluz que, por mucho que nos esforcemos en describirlo no hallamos palabras que lo definan. Como en otras cosas, ¡ Hay que verlo ¡. Por un lateral, podemos visitar la iglesia, que encierra grandes bellezas y tesoros, tanto en su retablo del altar mayor, como en sus capillas laterales, así como por los numerosos cuadros de gran valía que en ella existen. Un lateral de esta plaza hay un bar restaurante que lleva por nombre. La Hostería del Laurel, en ella, según dice el dueño, situó Zorrilla la acción del primer acto de su obra Don Juan Tenorio. Tomando por la calle que lleva el nombre del fundador del asilo, desembocamos en el Callejón del Agua, ya descrito en otro lugar.

En la fachada Este de la catedral de Sevilla y, a los pies de la Giralda , la “Giganta “, llamada por Cervantes, se encuentra la plaza de la Virgen de los Reyes, antiguo Corral de los Olmos. Esta plaza, está flanqueada

por el edificio del Palacio Arzobispal, el convento de Santa Marta y por viviendas de tipo sevillano que enmarcan el nacimiento de la calle Mateos Gago. En un ángulo de esta plaza, se encuentra la entrada a una de las plazas, llamémosle placita con más encanto que imaginarse pueda, la plaza de Santa Marta. Este rincón minúsculo, poblado de naranjos, está presidido por una cruz pétrea, que une un conjunto de un sabor indescriptible y que sólo puede ser saboreado por el que lo visita. No tiene explicación oral. Si unimos además que esta visita se efectúa en primavera, cuando los naranjos que la pueblan están en flor, el encanto de supera todo lo encomiable. Continuando por la fachada del convento mencionado, nos encontramos con la plaza del Triunfo.

En su centro, se erige el monumento a la Inmaculada. Esta plaza, hoy del Triunto, ha tenido varios apelativos posteriores, del triunfo de la Constitución , del triunfo de la República. Hoy del Triunfo, sin más.

En 1755, un gran terremoto, conocido como el terremoto de Lisboa, pues allí se situó su epicentro, conmovió varios territorios de España, llegando hasta Sevilla. Se cuenta que, en el momento de su mayor intensidad, se celebraba una misa en la Catedral. El pánico cundió entre los asistentes que huyeron despavoridos. El sacerdote oficiante y los acólitos salieron a la plaza, improvisando un altar, donde se terminó el oficio religioso. Hoy existe un monumento que recuerda el fatídico suceso y que terminó el oficio divino sin daño para los concurrentes. El triunfo de la fé. Esta plaza está enmarcada por la muralla del Alcázar, otro frente lo delimita la fachada trasera del Archivo de Indias. Otro lateral, la fachada sur de la Catedral y cierra el último el edificio que, durante muchos años fue la Diputación Provincial y hoy la llamada Casa de la Provincia , dedicada a misiones culturales. En un ángulo de esta plaza, se encuentra un arquillo que da paso al patio de Banderas. De forma rectangular y, ornada de numerosos naranjos, en su centro hay una preciosa

fuente, que ameniza el lugar. Esta plaza pertenecía al Alcázar y, como su nombre indica, es donde la guarnición de palacio efectuaba sus paradas militares. Lugar muy visitado por el turismo y que en su fondo, da paso, a través de lo que podríamos llamar, túnel, callejón o pasadizo a un lateral de la residencia real. Continuando por el, podemos disfrutar de unas vistas muy emotivas y, girando a la izquierda de nuestro caminar, salir, a través de una cancela, guardada por columnas, enlazadas por una cadena, que le dan nombre a esta puerta “ Las Cadenas “ a una placita muy coqueta, extremo de la calle vida, aludida en otra memoria, y que da paso al llamado callejón del agua.

Esta calle, flanqueada en su discurrir por la derecha del paseante, esta formada por numerosas casas de tipo sevillano, teniendo muchas de ellas, el clásico patio central, algunos rodeados de columnas, y, sobre todo, cuajados de macetas y flores. El otro lateral lo constituye una pequeña muralla que no es otra cosa que un pequeño acueducto que surtía de agua al palacio. De ahí

su nombre. Al final de esta calle o callejón, como queramos llamarle, hay una placita de un encanto singular. La plaza de Alfaro. Está enmarcada por tres edificios señoriales. Por un lado, un palacio que en los últimos años fue colegio y residencia de monjas, hoy destinado a otros menesteres. Otro de los laterales está ocupado por otro edificio que, aunque restaurado, conserva en su interior vestigios y restos de una edificación romana. El otro lateral lo conforma otra casa señorial, de estilo sevillano y, que debido a un artístico balcón en un ángulo del edificio, balcón que presenta un trabajo de herrería muy artística, cuenta el dicho popular que sirvió a Rossini, para situar la escena romántica de la protagonista con su enamorado el marqués de Acquaviva, en la obra “El barbero de Sevilla “. El otro lado que nos queda de la plaza, da paso al acceso a los jardines de Murillo. Este nombre se debe a que, durante muchos años prevaleció la creencia que en una de las casas de sus aledaños, murió el pintor Murillo. En su centro hay una fuente decorada con azulejería trianera enmarcada por baranda de hierro y con sendas escalinatas laterales que conducen a los citados jardines.

Volviendo otra vez a la plaza de Alfaro, al fondo a la derecha, encontramos el comienzo de la plaza de Santa Cruz, en la que se encuentra en el centro de dicha plaza y rodeado por un cuidado jardín, una Cruz de forja, la cual esta diseñada como una Cruz farola de la que salen cuatro serpientes, las cuales hacen referencia a su primer emplazamiento que fue la céntrica calle Sierpes.

Saliendo de esta plaza a la derecha, siempre en la dirección de nuestra visita, desembocamos en la plaza de Curtidores, otro romántico rincón que, para darle más empaque a la leyenda, está presidida por una estatua dedicada a Don Juan Tenorio. Bajando hacia nuestra derecha, desembocamos en la llamada Puerta de la Carne , denominada así porque en otro tiempo se encontraba allí una de las puertas de la ciudad amurallada y que daba paso o enfilaba el camino hacia el Matadero que abastecía de carne a la ciudad. Un gran edificio que se erige en uno de los frontales de su entorno, fue durante mucho tiempo cuartel de Intendencia, hoy sede de la Diputación provincial.

Detrás de este edificio se encuentra enclavado el cuartel central del parque de Bomberos. En el centro de la avenida que nace en la mencionada Puerta de gran amplitud, existe un puente, que en su tiempo salvaba el paso del ferrocarril, hoy desparecido, pero, que a diferencia de otros puentes que hacían el mismo uso a través de distintos puntos de la ciudad, que estaba estrangulada por el tendido ferroviario y que, con motivo de la Exposición del año 1992, con la construcción de la estación central de Santa Justa, fueron demolidos, este, debido a su mérito artístico-arquitectónico, ha permanecido. Al otro lateral del puente, se encuentra el Mercado de Abastos de la Puerta de la Carne hoy reformado y que surte a la numerosísima población de su entorno.

Referencias

Fotografías gentileza:

M.C. de la Oliva Gutiérrez

   
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